¿Qué sentido tiene la vida sin un poco de caos?

Written in response to: "At the intersection, I could go right and head home — but turning left would take me..."

Creative Nonfiction Drama Funny

This story contains themes or mentions of mental health issues.

Soy Mara, y si tuviera que definirme en una frase, sería: “Puedo ser tonta, pero solo hasta las 12”. ¿Qué significa eso? Que puedo ser impulsiva, meterme en líos y hacer locuras, pero solo hasta cierto punto. Después de esa hora, intento (muy en serio) tener todo bajo control. Spoiler: no siempre lo logro.

Logré lo que muchos llaman “éxito”: terminé mi carrera, conseguí un trabajo decente, me compré una casa y un auto, todo con mi propio esfuerzo. Pero la vida, como buena comediante cruel, decidió ponerme a prueba. Mis padres enfermaron gravemente: mi papá con diálisis y ceguera, mi mamá con diabetes y una pierna amputada. De repente, la mujer independiente que era se convirtió en la cuidadora que nadie cuida. Peleamos, discutimos, pero ellos quieren que sea su sostén total, y yo quiero recordar quién soy fuera de ese rol.

Y por si fuera poco, mi ex prometido, ese que parecía el príncipe azul, desapareció cuando más lo necesitaba. Volvía con discursos de amor y excusas dignas de telenovela barata, pero nunca estuvo realmente ahí. Gracias a mi psiquiatra, entendí que solo eran excusas para no asumir su responsabilidad emocional. Así que adiós, príncipe.

Y entonces apareció él, el chico nuevo. Al principio, un amigo encantador que parecía entenderme, que me hacía sentir viva. Pero pronto se reveló como un manipulador psicópata que juega con las emociones como si fueran fichas de póker. Y yo, claro, como buena masoquista emocional, caí en su juego sin darme cuenta.

Así que ahí estaba, en la intersección literal y figurativa de mi vida. A la derecha, la opción segura: volver a casa, cuidar a mis padres, seguir con la rutina, ser la mujer fuerte que todos esperan... y aburrirme hasta morir. A la izquierda, la aventura: ir a ver a ese chico nuevo, el amigo tóxico que me tiene atrapada en un juego de amor y locura.

Mi mente era un caos digno de una sitcom:

—“Gira a la derecha, Mara. Seguridad, estabilidad, menos drama.”

—“¿Y la diversión? ¿La gloria? ¿Y si hay pizza gratis?”

—“Pero, ¿y si terminas llorando en el baño otra vez?”

—“¿Y si terminas con una historia épica para contar?”

—“¿Y si terminas con una historia épica para contar... pero sin sexo?”

—“¿Qué? ¿Cómo que sin sexo?”

—“Exacto. Prepárate para lo peor.”

Mientras debatía conmigo misma, un grupo de palomas decidió que mi cabeza era el mejor lugar para hacer su obra maestra. Intenté sacudirlas con dignidad, pero terminé pareciendo una loca bailando salsa con un sombrero invisible. Perfecto para una aventura.

Finalmente, con la dignidad a medias y el corazón acelerado, giré a la izquierda. Porque, ¿qué sentido tiene la vida sin un poco de locura y pizza gratis?

Mientras caminaba hacia la izquierda, me sentía como una exploradora urbana perdida en la jungla de cemento. Cada esquina era un misterio, cada callejón una promesa de aventura (o de desastre, pero eso es parte del encanto). Recordaba vagamente los momentos con mis padres: las peleas, las discusiones, las veces que me sentí atrapada entre ser su cuidadora y querer ser yo misma. Y claro, mi ex prometido, ese fantasma que aparecía y desaparecía como si fuera un truco de magia barato.

Pero lo que más me desconcertaba era mi propio diálogo interno, que se había convertido en un verdadero show de stand-up:

—“¿Confías en él, Mara?”

—“Claro, ¿qué podría salir mal?”

—“¿Recuerdas la última vez que pensaste eso?”

—“No, mejor no.”

—“¿Y si terminas llorando en el baño otra vez?”

—“¿Y si termino con una historia épica para contar?”

—“¿Y si terminas con una historia épica para contar... pero sin sexo?”

—“¿Otra vez con eso?”

Mientras mi mente hacía malabares con estos pensamientos, me distraje con un vendedor ambulante que ofrecía “agua milagrosa para el alma”. Me acerqué, pensando que tal vez era justo lo que necesitaba para sobrevivir a la cita que se venía. Pero resultó ser solo agua con gas y un poco de limón. No milagrosa, pero refrescante.

También me topé con un grupo de turistas que me preguntaron por direcciones. Traté de ayudarlos, pero terminé dándoles instrucciones para llegar a un café que ni siquiera existía. Si alguna vez leen esto, lo siento, pero espero que hayan disfrutado el paseo.

Entre risas y tropiezos, seguí adelante, dejando migajas de mi cordura por el camino, sin saber muy bien a dónde me llevaba esa aventura.

Ah, la cita con el chico nuevo. Si hubiera sabido lo que me esperaba, habría llevado un casco y un chaleco antibalas emocional. Pero no, ahí estaba yo, con mi mejor sonrisa y mi frase favorita en la punta de la lengua: “Puedo ser tonta, pero solo hasta las 12”.

Desde el primer momento, todo fue una mezcla entre comedia y desastre. Él, con esa sonrisa de “soy el hombre más encantador del mundo”, y yo, tratando de no parecer que estaba a punto de salir corriendo.

Mientras él hablaba, yo tenía un monólogo interno digno de un guion de comedia:

—“Respira, Mara, respira. No hagas ruido.”

—“¿Por qué está hablando tanto? ¿Se quedó sin tema?”

—“¡Oh, no! Ahora está haciendo esa risa nerviosa que parece una mezcla entre pato y hiena.”

—“¿Cómo fingir que te gusta cuando en realidad estás pensando en pizza?”

Llegó el momento decisivo: la cita con el chico nuevo estaba en pleno apogeo y yo, estaba lista para la aventura... o al menos eso creía. Pero la realidad tenía otros planes.

La noche comenzó con risas y charlas animadas, hasta que llegamos a la parte “íntima” de la velada. Yo, con la imaginación a mil, esperaba fuegos artificiales, música de fondo y una química que hiciera temblar las paredes. Lo que obtuve fue un espectáculo digno de comedia de enredos: él parecía estar haciendo una rutina de yoga sin música, repitiendo “te amo” como si eso fuera un mantra mágico que pudiera salvar la situación.

Mi diálogo interno no paraba:

—“¿Qué está pasando? ¿Esto es una broma?”

—“¿Debo fingir o huir?”

—“¿Por qué siento que estoy en una película muda?”

—“Al menos no ronca...”

Yo, paralizada en modo automático, sin saber si reír, llorar o salir corriendo, mientras él seguía con su monólogo de amor eterno. Fue la experiencia sexual más absurda y decepcionante de mi vida, y, curiosamente, el golpe que necesitaba para que la burbuja en la que me había metido se reventara.

Después, cuando le conté a mis amigas, no paraban de reír:

—“Mara, de todas tus malas experiencias, esa fue la peor. ¿Cómo le dices a un tipo que te dormiste en plena acción sin herir su ego?”

—“No sé, chicas, pero al menos fue una aventura, ¿no?”

Pero la aventura no terminó ahí. Cuando intentaba alejarme, él desaparecía; cuando lo buscaba, me ignoraba. Un juego tóxico que me tenía atrapada sin darme cuenta.

Mientras tanto, mi diálogo interno seguía su show:

—“¿Por qué sigues buscándolo, Mara?”

—“Porque me hace sentir viva.”

—“¿Y cuando te hace sentir como un desastre emocional?”

—“Eso es parte del paquete, ¿no?”

—“¿Seguro que quieres ese paquete?”

—“No, pero venia con todo incluido.”

Después de esa noche, mi relación con el chico nuevo se volvió un tira y afloja emocional. Cuando intentaba alejarme, él desaparecía; cuando lo buscaba, me ignoraba. Un juego tóxico que me tenía atrapada sin darme cuenta. Pero finalmente, gracias a un poco de sentido común (y muchas charlas con mis amigas), entendí que merezco algo mejor.

Así que aquí estoy, en esa intersección de la vida, con un pie en la aventura y otro en la realidad, riéndome de mis desgracias y aprendiendo que está bien perderse un poco para encontrarse. Porque, al final, puedo ser tonta, pero solo hasta las 12. Después, todo está bajo control... o eso intento.

"Si alguna vez te encuentras en una intersección, recuerda: el 95% del tiempo estás perdido y es una mala idea, pero ese 5% restante es donde está la aventura, la gloria y las historias que valen la pena contar. Y si terminas con una experiencia sexual desastrosa, al menos tendrás algo para reír en las próximas reuniones con tus amigas."

Posted Jun 05, 2025
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3 likes 3 comments

Jim Parker
09:53 Jun 06, 2025

Loved your story. It really hit home with me. My Father died from septic poisoning related to his dialysis in 2000. My wife's Mom also had diabetes. Caused a stroke and then she lost her right leg. We took care of her for years. It was almost a relief when she passed. For all 3 of us I think.
Looking forward to the 5 %. Try to stay awake next time. 😁
Jim

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20:36 Jun 06, 2025

Muchas gracias por compartir tu experiencia y por tus palabras tan sinceras; me conmueve profundamente saber que la historia te tocó de esa manera. Lamento mucho las pérdidas y el difícil camino que han tenido que recorrer cuidando a sus seres queridos en momentos tan dolorosos. Mantener a quienes amamos en sus momentos más difíciles es una prueba de amor y fortaleza, aunque cuando se van, el dolor que queda es inmenso y nos acompaña. Sin embargo, la vida sigue adelante, y aunque a veces parezca imposible, es importante intentar encontrar esos pequeños momentos de belleza y esperanza, incluso en las circunstancias más duras. Pese a todo, debemos buscar la luz en los pequeños instantes que nos regala la vida.” Te envío mucho ánimo y un abrazo fuerte. :)

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Brian Haddad
22:48 Jun 06, 2025

Ya hace mucho tiempo desde que leí algo en español. Debo decir que disfruté mucho leyéndolo, aunque solo fuera para volver a practicar un idioma que me encanta. Por supuesto, la historia también fue muy entretenida. Compusiste varias frases con la belleza y la gracia de la poesía.

En particular, me encantó esta frase: "Entre risas y tropiezos, seguí adelante, dejando migajas de mi cordura por el camino, sin saber muy bien a dónde me llevaba esa aventura."

Tu mensaje sobre la importancia de aceptar un poco de caos de vez en cuando me resulta muy querido. Además, ¿a quién no le gusta la pizza gratis y el sexo? Ay, el sexo. Extraño el sexo. 😂

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RBE | Illustrated Short Stories | 2024-06

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