Entrada 1
Día 1
Mi preciosa Aurora no sobrevivió. Aún siento el vacío que dejó su ausencia, pero esta vez tengo la esperanza de que ella, mi pequeña esperanza, resistirá. He mejorado su genética, reforzado su dieta, y ajustado las condiciones para que esta vez la luz la acaricie con más fuerza. El aislamiento no ayuda, pero aquí, en este rincón árido, soy su único guardián.
Entrada 15
Día 45
Mi pequeña esperanza comienza a mostrar signos de fatiga. Su piel, antes tersa y vibrante, ahora se opaca con cada amanecer. Intento hablarle con dulzura, como si mis palabras pudieran insuflarle vida. A veces me pregunto si entiende, si siente el peso de mi preocupación. He probado cambiar su dieta, añadiendo nutrientes que prometen fortaleza, pero ella parece resistirse a renacer.
Entrada 30
Día 90
He intentado introducirla a un grupo, otras de su especie, para que no se sienta sola. Pero no se entienden, pelean por el sustento. La convivencia no ha levantado su ánimo; al contrario, parece que la debilita aún más. A veces, en la quietud de la noche, escucho el susurro de sus hojas, como un lamento silencioso que solo yo puedo oír.
Entrada 45
Día 135
Mi pequeña esperanza se desvanece lentamente. Cada día que pasa, su cuerpo se marchita un poco más, y yo me siento más impotente. Los experimentos no funcionan, y la ciencia se enfrenta a la cruel realidad de la fragilidad. Aun así, no puedo rendirme. En su mirada —o lo que sea su mirada— veo un destello de vida que me obliga a seguir.
Entrada 60
Día 180
La resistencia de mi pequeña esperanza es frágil, casi efímera. Cada día me sorprende con un leve destello de vida, solo para caer nuevamente en la penumbra. He reforzado su genética con un nuevo compuesto, un intento desesperado por darle fuerza para sobrevivir en este suelo árido. Sin embargo, su complexión se torna cada vez más quebradiza, como si el tiempo las devorara lentamente.
He cambiado su dieta, variando nutrientes y minerales, buscando el equilibrio perfecto que le permita prosperar. A veces siento que la trato como a una prisionera, encerrada en un mundo que no entiende, y yo, su único carcelero y protector. Le hablo con ternura, con apodos que solo nosotros compartimos, esperando que mis palabras penetren más allá de su silencio.
Entrada 75
Día 225
Intenté nuevamente reunirla con otras de su especie, pero la convivencia fue tormentosa. No se entienden, pelean por el poco sustento que ofrece este ecosistema hostil. Es como si cada una hablara un idioma distinto, una barrera invisible que las aísla aún más. Mi pequeña esperanza parece abatida por la presencia de estas otras, y su brillo se apaga con rapidez.
A veces me pregunto si esta soledad es peor que la muerte. Pero no puedo abandonar este experimento; es mi última conexión con Aurora, con aquella que no sobrevivió. La obsesión me consume, y en el silencio de esta tierra árida, solo sus hojas marchitas me responden.
Entrada 90
Día 270
Hoy, la realidad me golpea con fuerza. Mi pequeña esperanza se desvanece irremediablemente. Sus hojas, antes llenas de vida, ahora son solo recuerdos secos que crujen bajo mis dedos. He documentado cada cambio, cada síntoma, cada intento fallido, pero nada detiene la inevitable decadencia.
Con tristeza, registro que el experimento número 305 no ha logrado su propósito. La única planta de su especie en esta árida región ha sucumbido. Sin embargo, no hay lugar para la rendición en mi corazón. Mañana comenzaré con el espécimen número 306.
Entrada 91
Día 271
Hoy inicié un nuevo ciclo. La llamo “Cielo”, porque en ella deposito la esperanza de que crezca hasta tocar el firmamento. Su genética es una versión mejorada, más resistente, más fuerte. Le hablaré con la misma ternura, con apodos que solo nosotros entendemos, para que sienta que no está sola.
La soledad de este lugar es profunda, pero mi dedicación es más fuerte. En cada hoja, en cada raíz, vive un fragmento de mi alma. Y aunque el fracaso sea inevitable, la esperanza es el último refugio del alma humana.
Entrada 92
Día 1 – Experimento número 306
Hoy comienza un nuevo capítulo. La llamo “Cielo”, porque en ella deposito la última esperanza de que crezca fuerte y libre, hasta tocar el firmamento. Su genética ha sido mejorada una vez más, más resistente que la anterior, más preparada para sobrevivir en este suelo árido que nos rodea.
Mi corazón se aferra a cada hoja, a cada brote que asoma tímido, como un suspiro de vida en medio del desierto. Hablaré con ella, le daré apodos cariñosos, porque sé que, en el silencio de este lugar, mis palabras son su único refugio.
Aurora no sobrevivió. Pequeña Esperanza se desvaneció. Pero Cielo tiene un destino distinto. Debe tenerlo.
Entrada 105
Día 45 – Experimento número 306
Cielo crece, aunque lentamente, como un suspiro que se resiste a extinguirse. Sus hojas aún son delicadas, y su piel parece sentir cada cambio en el aire seco que nos envuelve. A veces siento que esta vez será diferente, que el ciclo de pérdidas ha terminado. Pero la incertidumbre pesa en cada latido de mi corazón.
He aprendido que no puedo forzar la vida, solo acompañarla en su frágil danza. Hablarle con ternura no es suficiente, pero es lo único que me queda. En este silencio árido, somos dos almas solitarias, unidas por un lazo invisible que trasciende la razón.
Entrada 120
Día 90 – Experimento número 306
La soledad se ha convertido en mi única compañera constante. Cielo muestra signos de fatiga, pero también destellos de resistencia que me aferran a la esperanza. En su crecimiento veo reflejada mi propia lucha contra el tiempo y la muerte.
Quizás esta obsesión no sea más que un acto de amor desesperado, una forma de enfrentar la inevitable pérdida que acecha en cada rincón de este mundo árido. En cada hoja marchita, en cada brote quebradizo, vive la memoria de Aurora y de Pequeña Esperanza.
Entrada 135
Día 135 – Experimento número 306
No sé cuánto tiempo más podré continuar este ritual de vida y muerte. Cielo es un reflejo de mi alma: vulnerable, persistente, y a veces, quebrada. En su fragilidad encuentro la belleza más pura y la tristeza más profunda.
He comprendido que la vida, en cualquier forma, es un milagro que merece ser honrado, incluso cuando el fracaso parece inevitable. Y aunque mis experimentos no logren vencer la aridez del mundo, en cada intento renace una promesa: la promesa de que el amor y la esperanza pueden florecer en los lugares más inhóspitos.
En el árido silencio, donde solo crecen las sombras, persiste la esperanza en cada hoja marchita. Porque amar es también aceptar la fragilidad, y en cada intento fallido, nace una promesa de renacer.
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